lunes, 24 de diciembre de 2018

No es la bandera, estúpido.

No es la rojigualda o la republicana, no es la estelada o la bandera de Aragón de lo que estamos hablando.

El debate se centra, en base a qué valores construimos una región, un Estado, y por ende, no hablamos de cosas etéreas. El foco lo ponemos en elementos tangibles y reales: paro, precariedad laboral, desahucios, sanidad, educación, pensiones, un sueldo digno, el acceso a la vivienda o la corrupción, entre otros.

Porque yo no quiero una República en la que la Gürtel, Bárcenas o Villarejo sean protagonistas. Yo no deseo una abdicación, si el precio de la vivienda de alquiler no tiene control alguno, las pensiones son exiguas y no se legisla para recuperar los muchos derechos laborales perdidos. Yo no defenderé nunca una república que sea cómplice de negociar con Estados no democráticos, proteja a la banca y desahucie a familias diariamente, y, a la postre, me venda como inversión social construir buques y armamento bélico.

Yo quiero un Estado (mejor una República) que sepa que el futuro del país debe pasar por garantizar el acceso a una sanidad pública, de calidad y eficaz, que favorezca la conciliación familiar y laboral, que haga desaparecer los sueldos de miseria y legisle para que en materia laboral no se produzcan atropellos empresariales. Quiero un Estado que persiga la corrupción, de forma implacable y condene rápidamente a los que defraudan. Haciendo que las corruptelas y pagos en "b" sean un triste recuerdo del pasado.

Parafraseando a aquel asesor de Bill Clinton: "no es la bandera, estúpido".

domingo, 16 de diciembre de 2018

¿Catalunya es una batalla de la izquierda?

Hay un principio básico en política que es apostar por las batallas ideológicas que bien se quieren ganar, o sobre las que se quiere influir, en función de la posición de cada uno.

Este precepto tan básico, la derecha lo hizo muy bien el año pasado, con un tema en el que ideológicamente, le era ajeno a la izquierda; la independencia de Catalunya.
Ya que lo que era (y es) una pelea entre dos derechas corruptas, consiguieron convertirlo en una brega en la que la izquierda acabó o bien en medio de los dos frentes dialécticos o por animadversión hacia Rajoy se acabó posicionando a favor de la derecha catalana.
Hechos, sin duda, que han conllevado un evidente desgaste de tiempo, recursos y mensajes que han caído en saco roto, y han socavado parte del crédito público de las formaciones progresistas.

Por otra parte, esta incómoda posición de la izquierda, en este asunto, ha permitido que ambas derechas zarandeen mediáticamente a los líderes políticos progresistas, achacándolos de ser cómplices “del otro”.
Sumando además otro efecto más nocivo aún, durante el transcurso de esta batalla nacionalista, la izquierda ha perdido la oportunidad de priorizar el debate sobre los problemas sociales que aun existen en España (y en Catalunya son patentes también): como la gestión sanitaria y educativa, cómo se puede garantizar desde el Estado un sistema público de pensiones y revalorizarlas, recuperar derechos laborales y trabajar por un mercado laboral en el que la precariedad no sea la norma habitual.
Así, un año después, tampoco tenemos las respuestas que demandábamos para los desahucios, para favorecer el acceso a una vivienda digna o para una conciliación familiar efectiva.
En definitiva, ¿cómo estamos saliendo de la crisis?

Con el agravante que parte de la izquierda parece haber quemado su imagen y discurso, siendo el Don Tancredo de las derechas nacionalistas.

Por todo ello, es imprescindible recuperar la acción en las políticas que la ciudadanía necesitamos, para resolver la salida de la crisis desde una perspectiva social, de izquierdas y sin excluir a nadie de la misma.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Vox, ¿somos responsables?

Las señales que emitía esta campaña eran de cambio, de un cambio capitalizado por una caída del PSOE. Pero sin duda, nadie podría prever que los resultados iban a ser los que han sumado al abrirse las urnas.



Desgraciadamente, la entrada de Vox se daba por hecha, algún diputado, luego tres o cinco, tal vez diez, decían los más optimistas. Finalmente su apoyo ha llegado hasta sumar doce diputados.

Increíble para un partido de extrema derecha que nos oferta la perdida de derechos, la desigualdad, un discurso xenófobo y una sociedad que rezume loas a un pasado oscuro dictatorial.



Así con este mensaje tan retrogrado han saltado de ver la política desde su rincón, sin que nadie les prestase atención, hasta capitalizar la noche electoral. Podremos decir que los medios han sido su altavoz, podremos añadir que Trump y el viraje hacia una Europa ultraderechista que desprecia y no entiende a los inmigrantes han sido sus catalizadores.

Lo cierto es que llevan años con este mensaje, ya hace casi cinco años estuvieron cerca de entrar en el Parlamento Europeo y solo un puñado de votos lo evitó. Pensamos que se habían ido, pero hoy han abierto la puerta.



Los votantes sin duda, debemos leer muy detalladamente el mensaje que transmite Vox y analizar qué nos proponen en materia de inmigración, de violencia de género, de libertades públicas, qué concepción de nuestro pasado tienen y qué valores democráticos defienden.

Debemos pensar si podemos apoyar sus ideas, o si por el contrario rechazamos sus ideas políticas y no queremos un país clasista, racista y con deudas históricas.