miércoles, 27 de marzo de 2019

La enseñanza del 8M

A estas horas de este 8 de Marzo, cuando son las 23:50 y repaso un día que debería marcar otro paso más en la lucha para obtener la igualdad entre hombres y mujeres, en definitiva, un paso más para conseguir una sociedad más justa. Me quedo con diferentes escenas; el entusiasmo de muchas adolescentes que se sabían protagonistas de una gran manifestación (seguramente su primera manifestación), los cánticos que cohesionaban la amalgama de personas que hemos salido a la calle hoy para protestar contra la injusticia: mayores, jóvenes, familias con hijos y padres primerizos. Grupos de mujeres y amigas jubiladas.


En esta heterogeneidad nos hemos sentido todos cómodos y respaldados unos por los otros y no nos hemos cuestionado que la compañera de cánticos fuese asiática ,argelina o de Torrero. Puesto que lo importante era el objetivo de la lucha y la fuerza que transmitíamos como colectivo. Y en esta base precisamente, es donde hemos sido fuertes y nos hemos sentido fuertes; siendo un grupo, luchando como tal y defendiendo estos principios, desde esa perspectiva.


Ahí es donde reside la fuerza de la clase obrera, sabiendo que somos un colectivo diverso, pero con unos mismos objetivos, y aunque, nuestros modos puedan ser diferentes, en el fondo, deseamos y luchamos por lo mismo: queremos una sociedad más justa, más libre y con más futuro.

Esta debe ser nuestra grandeza y no debemos olvidarla, porque solo así conseguiremos la victoria en las batallas diarias, y en la lucha final (como dicen las viejas tonadillas).


Porque estando unidos, seremos fuertes, seremos más y no caeremos en la incertidumbre.

Porque estando unidos podemos conseguir una sociedad que responda a las necesidades de los trabajadores, más justa y con menos desigualdades sociales.