miércoles, 23 de diciembre de 2009

¿Interesa?




¿Interesa la política? La respuesta lógica debería ser; “sí”. ¿Pero es así? Claro, nos afecta en el día a día, debería ser la continuación de la respuesta.
Pero tengo mis terribles dudas, a pesar que cada día en los medios, mayoritariamente, sólo se habla de los políticos, de sus salidas de tono, de sus meteduras de pata, de sus choques dialécticos, de sus “y yo más”… Pero, ¿cuándo se habla de ideologías, de conceptos, de valores, de ideales, en definitiva de política?
Porque no creo que sea política; hablar de corrupción, de cantos de sirenas, de declaraciones altisonantes, de actos vacuos, de normas inservibles, de campañas de humo, de irrealidades, de ensoñaciones de amasadores de voluntades.

Así, ¿interesa la política o se vota por inercia? Ando últimamente escaso de fe y creo que para que una sociedad esté interesada en los movimientos políticos y en su vida diaria, debe estar implicada en él. Debe involucrarse en su desarrollo, y así las propuestas se deben edificar desde la base, generando las necesidades y a su vez, las alternativas que se esperan o se desean.
Pienso que la sociedad no puede ser un ente pasivo que vote cada 4 años en unas elecciones. La ciudadanía no es soberana, sólo, cada 4 años, sino debe ser responsable y participar en la edificación de la sociedad en la que vive, no sólo con su voto, sino con el interés y la participación.

Por ello, las propias administraciones deberían apostar por incentivar, potenciar y desarrollar una red de participación ciudadana, que otrora existió, que sea crítica, formada, consciente de su posición, de sus derechos, pero también que sepa que su actuación conlleva unos deberes que se les exigirán, por el resto de conciudadanos.
Pienso que sería un primer paso en el camino, para que la sociedad se implique, no sólo en la política, sino (y más importante) en el propio desarrollo del entorno que le rodea. Sería una forma de responsabilizar a los ciudadanos y también aumentaría la exigencia a los representantes políticos sobre sus acciones.

martes, 15 de diciembre de 2009

lejos de la Europa ilustrada




“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” (Pitágoras)

Así se expresaba Pitágoras hace ya muchos siglos, cuando el mundo casi empezaba a andar y la civilización estaba dando sus primeros balbuceos.
Hoy mucho tiempo después, siento que esta frase se podría suscribir de una manera trágica, cada día.

Estamos en un país, teóricamente, moderno, competente, eficaz, a la vanguardia en ciertos campos. Pero. ¿podemos decir que somos un estado ilustrado, culto, crítico, qué sabemos pensar? ¿qué sabemos desgranar la realidad para encontrar la verdad? Sabemos diferenciar la burda mentira o las vísceras que nos exhiben y nos lanzan como carnaza de alto periodismo, en según que medios.
Yo personalmente, tengo mis dudas. Y no voy a cargar contra los medios de comunicación. Ya he hablado de sus trincheras ideológicas anteriormente. Me aterra más aún que su juego provocador, los pocos recursos de los que hacemos gala, para poder afrontar la realidad que se nos presenta. Las provocaciones que se nos lanza desde la política, desde la realidad cotidiana, la bazofia que nos venden como espectáculo desde las televisiones.
Llevo mucho tiempo pensando que se nos ha educado, para obtener un determinado título académico, cada cual, el que ha querido o el que ha podido. Pero independientemente del grado de ese título, creo que no se nos ha enseñado a pensar de forma crítica, autónoma y madura. Nos creemos moralmente superiores por haber acabado una formación universitaria. Cuando ésta no te capacita para casi nada. No te habilita para ser persona humana, para tener una calidad humana, moral y filosófica. No te hace mejor que otra persona que no ha llegado a la universidad. Ese título sólo te da unas posibilidades de trabajo, sin más.
Por eso, sigo pensando que nos queda mucho camino por recorrer para poder acercarnos a la Europa ilustrada que no sólo es ficción en la cabeza de los ilustres pensadores, sino que existe en la realidad, aunque los hooligans cada verano se resistan a que nos lo creamos.