jueves, 25 de noviembre de 2010

mi creencia



Soy socialista porque tengo una idea de sociedad que defender y un proyecto que quiero desarrollar. Soy socialista porque creo en la militancia activa y en la transformación de la sociedad.

Soy socialista porque creo que aquí puedo defender mejor y más eficazmente mis ideas y porque éstas tienen el cobijo y la comprensión necesarias, para que puedan madurar y desarrollarse.
Soy socialista porque aún creo en los valores que deberían representar el puño y la rosa.

No soy socialista porque ésto me haga superior moralmente, no por tener el carnet de un partido. Soy socialista porque creo en unos ideales, no porque crea que el partido deba ser mi plataforma de colocación.

Soy socialista porque no creo que los privilegios de unos deban ser una constante. Porque la lucha hoy no ha acabado. Porque aún hay muchos rincones que iluminar.
Soy socialista porque la política debe ser un medio para transformar y mejorar la sociedad y no un bien para agrandar fortunas, motivar vilezas y enriquecer egos.

Pero sobre todo soy socialista, porque creo, no sólo, en la sociedad, sino también en la humanidad.

lunes, 22 de noviembre de 2010

todos somos Ángel



He dedicado algunas entradas a lamentarme de la falta de objetividad de la prensa. Preguntándome cuando dejaron de ser medios de comunicación y pasaron a ser medios de manipulación. En qué punto algunos periodistas perdieron su pasión por informar, sin sesgos, sin adjetivos, de manera neutral y aséptica. Transmitiendo, única y exclusivamente, lo que sucede, para que todos los lectores pudiéramos luego formarnos una opinión. Sin tener que encontrarnos con soeces, descalificaciones, lamentos, medias verdades o parábolas malintencionadas.

Pero esta entrada tiene un motivo especial, cuando el destinatario de los dardos, es un compañero. Me cuesta digerir el trago y lamento que los argumentos con los que le quieren calificar huyan de la base política y se centren en argucias y estratagemas que ocultan otras intenciones.
Así de manera ardid manipulan una imagen para encorsetarla en un arquetipo, pero de la crítica política o que se centren en su gestión política poco sabemos. Desconozco que les parece las posiciones ideológicas de Ángel, por ejemplo.
En sus columnas de opinión leemos una larga retahíla de opiniones subjetivas, adjetivos y desafortunadas metáforas que le dedican. Y nos lo aderezan con una vital opinión, sabemos que no les gusta la nueva barba de Ángel o que puede haber ganado algún kilo…
Vaya! Visto sus nuevos intereses, deberían inaugurar una sección de belleza en su periódico, o centrar su sesuda critica política en como calzan, visten, peinan o se atildan los concejales, alcaldes de todos los municipios. ¿No seria lo justo?

Pocas más cosas puedo añadir, a buen entendedor pocas palabras bastan.
Sólo me queda expresar la profunda tristeza que siento, cuando veo que se manipula la realidad, para encajarla en sus intereses. Rabia al ver que a costa de sus intereses, personas, con nombres y apellidos salen dañadas y vilipendiadas.
Y sobre todo, dar mi total apoyo a Ángel Lacueva, porque se lo merece.

Como decía Berlanga, en; “La vaquilla”; “hay muy mala leche”.

martes, 16 de noviembre de 2010

¿buenas y malas? o ¿falta de criterio?




Estos días los derechos humanos se han visto humillados en el Sahara, mientras en la otra cara del globo, en Birmania (me niego a llamarla Myanmar) la puesta en libertad de Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz, nos ha abierto las miras y nos ha permitido hacer un ejercicio de mordaz crítica.

Más allá de lo lamentable que son los hechos en el Sahara, y de la sensibilidad que tengo hacia ese pueblo. Debe ir implícito en el carnet de rojeras, ironizaban el otro día en la televisión. Más allá del desprecio que siento hacia ese (y cualquier) régimen dictatorial, no dudo de la necesidad de que el pueblo saharaui obtenga un reconocimiento, unas libertades, unos derechos, una dignidad.
Pero me sorprende ver el río de opiniones que circula en foros o en rincones cibernéticos de libres pensadores rojeras. Cuando en un brevísimo lapso de tiempo, son capaces de rasgarse las vestiduras, lanzar ardientes soflamas a los cuatro vientos. Colocarse la bandera saharaui como estandarte y criticar la privación de libertades que supone un régimen dictatorial, como la de la monarquía marroquí. Y a las pocas líneas, son tan hábiles, como para animar a que los birmanos repudien de Aung San Suu Kyi, porque es una espía de la CIA, trabaja para la OTAN, y esta a favor de los Estados Unidos. Explicando posteriormente lo bien que estaba actuando el gobierno (aquí ya no dicen régimen) birmano (tampoco dicen dictador) para mantener a su país lejos de la injerencia extranjera que supone la OTAN, Estados Unidos y la ONU. Sin sonrojarse porque Birmania esté sumida en la mayor de las miserias, en el uso y abuso del poder por parte de la junta militar y de la sistemática violación de los derechos humanos

Hace mucho tiempo que deje de creer en pajaritos preñados, por tanto, las teorías conspiratorias y paranoicas, para los crédulos y los que se aburran. Yo mientras tanto, prefiero aferrarme a los hechos y para mí la diferencia de opiniones, respecto a la falta de libertades, derechos, dignidad de los birmanos y los saharauis está en el color político de la dictadura. Esta muy bien visto criticar ferozmente al régimen monárquico marroquí, pero debe quedar de un rojeras muy tibio criticar las vilezas que comete el régimen de Birmania.

Así sólo me queda lamentar la terrible miopía que nos supone no ser capaces de poder discernir lo correcto de lo incorrecto. Lo terrible que es querer defender “lo nuestro” a capa y espada, aunque los argumentos no se sostengan. Sólo por poder seguir repartiendo carnets de buen izquierdista y marcando que dictaduras son las buenas y cuales son las malas…

miércoles, 10 de noviembre de 2010

dicotomía



Hace un tiempo paseando por Zaragoza tuve una interesante conversación con una chica que hacía propaganda sobre una formación católica socialista de reciente creación.

Recuerdo que al ver que me paraba delante del mural que había colgado se acerco a mí para venderme las bondades de su grupo, pero la perorata se torció cuando al explicarme que eran católicos le pregunté sobre la posición del papa respecto al SIDA en África. Ella me aseguró que la prensa sólo sacaba de contexto las declaraciones papales, pero no me supo contestar si era consciente de que ese tipo de manifestaciones contribuían a dificultar la implantación de planes de prevención del SIDA en África.
Así su salida fue de lo más tópica, no pueden esperar que la abstención y la monogamia salven a África de la lacra del SIDA.

Realmente mi verdadero interés era que me explicara porque la iglesia con la que cada día convivimos ha perdido su vocación de ayuda, de servicio. Porque cada vez la iglesia se aleja más de la sociedad, para instaurarse en un alejado altar, donde su credo es cada vez más obtuso y añejo.

Por eso, acabamos centrando la conversación en el trabajo de campo que hacen las diferentes misiones católicas en África. Las cuales, a pesar de las diferencias ideológicas que me separan de ellas, los reproches morales que me produce que condicionen la educación, o el servicio social que prestan a aceptar su credo, considero que hacen un trabajo beneficioso para la sociedad en la que están implantados.
Un trabajo que choca con la estructura, la forma, la imagen que transmite y se crea la iglesia europea.
Ante esta disyuntiva que le acabé planteando ella me acabó afirmando que si que es cierto que existía una fractura en la iglesia, entre la alta curia y el trabajo de base que se hacia en, por ejemplo, en África.

Pero, ¿por qué? Ella no me lo supo decir. No me supo explicar porque la iglesia europea se muestra tan altiva, tan arcaica, tan ensimismada, tan creedora de la verdad absoluta, tan orgullosa, tan lejana.

Así hoy, aun sigo buscando, porque existe esa dicotomía y cuando se olvidaron de ser modelo a seguir lo que pregonan en los altares.