martes, 26 de septiembre de 2017

Quiero mi referéndum

Lo presenciado en Catalunya esta semana pasada, hace que las posiciones se radicalicen más y todos los implicados tengan que tomar partido por un bando o por la otro. El grito, las actuaciones policiales, los bulos de internet y el frenesí con el que están viviendo estos días, les obliga a ocupar una trinchera en esta batalla. Sin dejar espacio político para aquellos que buscan evitar la confrontación, el choque de ideas, la adrenalina en las respuestas y las caceroladas a las 21h de la noche.

De esta manera, es muy difícil poder exponer un argumento que se salga del guion que han forzado con sus descabelladas actuaciones desde Madrid y Barcelona, ambos gobiernos. Que a la postre, perece que los dos tienen el mismo guionista que les dicta las actuaciones a realizar. Porque da la impresión que solo buscan generar ruido, caos, confusión y, en consecuencia, que los atrincherados sigan bajo un permanente ataque de nervios y tensión.

Así, ya no desde la equidistancia de un observador neutral, como me autodefino, si no desde la lejanía de alguien que no cree en los estados y sí en la solidaridad obrera y el internacionalismo.

Sí que pido un referéndum, pero para mí. Para poder independizarme de esta retahíla de políticos incapaces, que sabiendo el resultado, siguen manipulando a la gente, jugando con sus emociones, para tapar sus carencias. Mientras siguen explotando el filón del sentimiento a un trapo (llamado bandera) para lanzar a los ciudadanos unos contra otros, a la par que ellos siguen en su huida hacia delante.

Por ello, no quiero pertenecer a ningún Estado donde sus dirigentes políticos, usan los sentimientos de la ciudadanos para manipular, distraer, engañar, crear cortinas de humo y disimular sus incapacidades políticas, de gestión, su falta de humanidad y valores éticos.

No quiero ser cómplice de unos, ni de otros, no me creo sus mentiras disfrazadas de banderas e himnos. De Diadas y días de la Hispanidad. No quiero abrazar ninguna bandera que me vendan bajo los ardid del engaño y del subterfugio.


En consecuencia, buscaré mi papeleta y mi mesa electoral y a riesgo de que sus policías me lo impidan, quiero votar en mi propio referéndum para independizarme de ellos.

jueves, 14 de septiembre de 2017

No tengo datos

-"¿Oye! He encendido el móvil y no tengo datos" le exclamaba un azorado turista, nada más salir del avión, a su pareja. Esta, incrédula le cogía el móvil y le empezaba a tocar botones. Pero no había manera, el condenado móvil no respondía a ninguna de las múltiples ordenes que recibió en apenas unos pocos segundos.

Esta fue la bienvenida que les brindó a estos dos apurados turistas Bolonia. Supongo que para ellos lo más relevante era tener datos que organizar su viaje y buscar la parada del aerobús para bajar a la ciudad. A su vez, entiendo la gran relevancia de poder seguir radiando su vida a sus amigos y familiares, para que estos supiesen que habían sobrevivido al peligroso trayecto que une Barcelona con Bolonia en avión.

Posteriormente, desde las alturas del Duomo de Florencia, mientras observaba la ciudad y disfrutaba de un impresionante atardecer, más de un turista estaba, por el contrario, disfrutando de la pantalla de su móvil.

Y así se repetían los ejemplos, llegando a ver la basílica del Santo Croce, el David de Miguel Ángel cinco escasos segundos, los que se tarda en sacar el móvil, apuntar con la cámara y disparar. Y hasta la siguiente obra que retratar, pero no disfrutar.

De esta manera estos días, en los que he viajado sin prisas, sin conexión, sin saber que ha pasado en este loco mundo, me sorprendía ver como el móvil es un sexto dedo de nuestra mano. Una necesidad sin la cual, parece que no sabemos (o podemos) vivir ya. No voy a denostar de él, no me voy a convertir en un ermitaño, pero me sugiere muchas dudas la necesidad de tener que estar conectado en todo momento y, en consecuencia ver como focalizamos la vida, solo a través de el.

Porque es evidente que lo importante es no ver el David de Miguel Ángel o El nacimiento de Venus, si no tener datos para poder contarlo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

"Soy racista" leía esta semana pasada...

"Soy racista" leía esta semana pasada en algunos muros de Facebook, o luego podía leer: "los españoles primero". Unas loas a unos derechos adquiridos por-no-sé-que-derecho-divino.

Debo suponer que el lamentable atentado de Barcelona y su onda expansiva ha aflorado el racismo inherente que tenemos los españoles. Pero que hasta estas semanas estaba ocultado, para parecer un ciudadano de bien y que a raíz de dicha barbarie lo hemos dejado campar por las redes sociales. Para así, emprender una caza de brujas y echar al malo invasor que quiere saquear nuestras haciendas y quemas nuestras casas.

O tal vez sea más simple, somos ignorantes y nos hemos dejado llevar por el fervor del momento.

Dado que vivimos en una época en la que compartir una imagen o un texto está a un solo golpe de click, es muy fácil dejarse llevar por la adrenalina del momento y bajo eslóganes simples y engañosos, o con frases malintencionadas muy atractivas, los verdaderos grupos nazis, que siempre han vivido en la marginalidad, han encontrado su resonancia dentro de la población.

De esta manera, me inclino a pensar que bajo el eco de las detonaciones y los gritos de los heridos, sedados por los efectos del shock y sin saber razonar que ha pasado, nos hemos imbuido en una orgía de odio y persecución del extraño. Campaña que Internet nos ha servido en bandeja, en sus redes sociales, donde se pueden leer verdaderas barbaridades y locuras sin sentido alguno, con el único interés de sembar la semilla del racismo y la desinformación en la ciudadanía.

En consecuencia, cuando bajen las pulsaciones, la adrenalina deje de golpearnos el cerebro y podamos analizar con detenimiento lo que hemos dicho, escrito y compartido, más de uno tendremos deseos de borrar determinadas publicaciones de Facebook. O tal vez, nos demos cuenta de ello, dentro de un año cuando esta red social nos avergüence al recordarnos lo que escribimos por estas fechas. Y así, dejemos de "ser racista" o gritar: "los españoles primero"