martes, 29 de octubre de 2013

Parot; ¿horcas o jueces?

A nadie nos gusta que los terroristas no cumplan sus condenas y nadie ha propuesto que salgan libremente de las cárceles sin penar por lo que han hecho.
Nadie quiere que se puedan considerar vencedores los terroristas y humilladas sus víctimas. De esta manera, no podemos considerar que los terroristas han ganado porque los que van a salir de la cárcel han pasado más de 20 años en la cárcel y no han conseguido ninguno de los objetivos por los que llenaron España de dolor y sangre. ETA cesó su actividad terrorista sin conseguir ninguno de sus objetivos y ésto es la victoria de todos, de toda la sociedad civil.

Pero estamos en un estado de derecho y por ende, tenemos la obligación de respetar nuestra propia legislación. Sin hacer parches legales que luego desde Estrasburgo nos reprochan e invalidan, y por supuesto tenemos que respetar y acatar los dictámenes del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Es complicado digerir que las personas beneficiadas del dictamen del TEDH sean terroristas reconocidos por su ferocidad y actos violentos. Pero el estado debe ejecutar las leyes sin pensar en quien es el beneficiario. Todos tenemos que tener la misma legislación, en las mismas circunstancias. No podemos legislar por venganza, u odio.
¿Por qué que credibilidad ofrecería la justicia si según el nombre del afectado o del acusado, aplicase un rasero u otro? ¿Lo debemos considerar permisible? ¿Debemos permitir que la justicia se haga desde las vísceras? ¿Qué queremos horcas o jueces?

miércoles, 16 de octubre de 2013

¿La justicia es igual para todos?

La justicia es para todos igual.
Eso debe rezar algún cartel olvidado en un rincón mohoso y olvidado en un sótano de los juzgados.

La justicia es lenta, pero implacable con el pobre ciudadano que no tiene recursos. Se ejecuta sobre él, todo el peso de la ley y sin pudor alguno, paga toda la condena por su pecado. Mientras otra justicia más benévola, más lenta y entorpecida, que a veces no se ejecuta, es seducida por el olor a poder, de los ladrones de corbata y puños con gemelos. Seres que son llevados en volandas, entre una turba de abogados de alto coste.
Mientras nuestro delito es robar un bolso o una cartera. Ellos son ladrones de estado; corrompen las estructuras del estado. Usando sus influencias para enriquecerse y lucrarse. A sabiendas de que luego sus contactos y su poder les eximirá de todo pecado. Quedando exonerados de sus delitos, o en última instancia siendo liberados del error del juez, en forma de indulto del ministro de turno.

De esta manera, y con esta perspectiva, ¿cómo podemos creer en la justicia, para los ladrones con corbata? ¿En qué se pueden basar para que creamos que la justicia es igual para todos y ciega?
Si vemos como el poder influye en las sentencias, en su tramitación, en los juicios y al final ninguno pena por sus delitos, ¿qué elemento nos debería hacer confiar en la justicia?

Es trágico desconfiar de la justicia. Pero cuando las élites pasan por el banquillo sabemos que ninguno penará por sus sobres, por sus recalificaciones, por sus extraños ERE´s, por sus representaciones reales.
Por cierto... ¿qué fue del caso Molinos?

Lo dicho la justicia es para todos igual... siempre que la puedas pagar, por igual.

sábado, 5 de octubre de 2013

No creo en las banderas y demás mentiras

Cuando una parte de tu vida la pasas viajando o en largas colas en los aeropuertos. Mientras esperas volar a destinos extraños, exóticos y vives allí increíbles experiencias. Momentos inolvidables y que te marcan de por vida. Te embargan sensaciones indescriptibles y chapurreas idiomas que te parecerían imposibles, para sobrevivir y relacionarte.
Todo esto te cambia el mundo y su forma de entenderlo. Entiendes que la sociedad y el entendimiento están por encima de los egos particulares y de los trapos que se enarbolan como banderas para justificar esos fines privados. A la vez que esas banderas inflaman sentimientos patrioteros para así manipularlos y esconderles la realidad.

Hace mucho que dejé de creer en banderas, estados, naciones e identidades patrióticas. No creo en las banderas por lo que son, sino lo que representan esos valores.
Por eso, no me creo esta impostura de batalla que se libra entre Madrid y Barcelona. Percibo que ambos gobiernos han encontrado la excusa perfecta para soliviantar a sus ultras en contra del otro, con la excusa de la crisis. Siendo la perfecta cortina de humo para esconder las miserias que los dos gobiernos acumulan y así disimular las carencias democráticas y de respeto por los ciudadanos.
Entiendo que cada pueblo debe tener el derecho a decidir sobre su soberanía. Pero creo que la ciudadanía debe ser consciente de cuales son sus principales problemas y saber que sólo desde la unión y la lucha común podremos progresar como naciones y como sociedad.