lunes, 27 de agosto de 2018

Franquismoplasmosis

La comunidad científica anda en estas últimas fechas algo revolucionada, por el descubrimiento de un antiguo virus que según los datos oficiales estaba extinto.


El Franquismoplasmosis es un virus endémico de España que se creía erradicado hace más de 40 años, tal vez algún brote muy puntual que se pensaba controlado. Este germen se caracterizaba por afectar a personas de mediana edad, con una alta necesidad de alabar a caducos personajes que representaban a nuestra negra historia, poca empatía por las opiniones divergentes, afección por la represión y manipulación de la historia y un fuerte sentimiento autoritario. Pero en estas fechas recientes, se ha visto un fuerte rebrote de este virus con una característica nueva, está afectando a gente joven.


De esta manera, se espera que la Organización Mundial de la Salud declare España en cuarentena y dedique sus esfuerzos a erradicar este virulento virus, con gran capacidad de contagio entre la población que no había sido expuesta anteriormente, Para así evitar que se expanda.

Ya que esta nueva cepa ataca el cerebro y los ojos generando paranoias, falsedades, neurosis, deformación de la percepción de la realidad e inseguridad que se traduce en insultar a aquellos que no piensan como uno mismo.



Según las últimas noticias se cree que el foco de infección estaría en una zona denominada el Valle de los Caídos, pero los científicos no han podido comprobar esta información, porque no les dejan entrar bajo supercherías que no entienden.



Finalmente, desde la OMS se está trabajando en una nueva vacuna, para prevenir futuros contagios, cuyo nombre experimental es el de: "Si España es una democracia que lo sea de verdad y dejemos de amparar a los franquistas y sus diatribas".

lunes, 13 de agosto de 2018

¿Lo que nos interesa?

Mi madre siempre me solía decir que ella tenía sordera selectiva, oía lo que le interesaba. Y ciertamente, creo que algo de eso tenemos en la sociedad.

Llevo un tiempo observando los comportamientos de mis amistades en Facebook y como reaccionan a mis publicaciones.

En este tiempo, he llegado a la reflexión de que la mayoría de ellas me leen lo que escribo, pero pasan de soslayo si estas les molestan ideológicamente. A saber, si critico al nuevo gobierno socialista, porque su política se basa en grandilocuentes anuncios para encandilar a su potencial electorado y luego con el paso de los días vemos que no cumplen lo anunciado. Los votantes socialistas callan y me caen los "me gusta" de la derecha. Pero si, por el contrario, rechazo la demagogia de Pablo Casado y su supuesto master o la última medida fascista propuesta por el gobierno italiano, la derecha calla y las loas me llegan de esos socialistas que antes evitaron mis publicaciones.

Esta situación, me lleva a pensar que aunque podemos confrontar información de forma muy fácil en Facebook, por ejemplo, y debatir con ella o reflexionar sobre ella. Evitamos a toda costa este debate, seguimos encerrados en nuestras ideas políticas, como si fuesen una trinchera desde la que disparar a la otra persona. Que, a la postre, consideramos un rival. Evitando de esta manera, en todos los casos, que nos puedan hacer ver la realidad de otra manera posible, porque nuestra fe sucumbiría. Y me parece peligroso este punto, porque la ideología no debe ser un acto de fe, sino la consecución de un razonamiento lógico y madurado en el tiempo. No creo que debamos ser de uno u otro: "porque sí". Sino en base a unos valores que hemos incorporado a nuestra vida y sabemos defender. A la par que debemos estar dispuestos a contrastar, sin miedos o tapujos.

Porque solo desde el debate y contrastando las ideas podemos crecer y llegar a reflexiones que nos permitan entender como es la realidad que nos rodea. Pudiendo discernir errores y aciertos, mentiras y ambigüedades. Solo así podremos ser críticos con nuestros políticos y exigirles, siempre, las acciones que necesitamos y no loarlos, solo, según su color politico.

viernes, 3 de agosto de 2018

No es el taxi, estúpido.


Corrían los primeros años de la década de los 90 y Bush padre se encaminaba a una previsible cómoda victoria. El triunfo ante la URSS, y la Guerra del Golfo Pérsico, así lo hacían intuir. Pero a este mastodonte político se le cruzó un joven medio desconocido y con un sencillo eslogan cambió el curso de esas elecciones: “La economía, estúpido”



De esta manera, parafraseando a Bill Clinton no es el taxi lo que nos jugamos. Son los derechos de todos los trabajadores. Ayer fueron los compañeros de Amazon, anteayer los de Glovo y Deliveroo. Hoy son los taxistas que luchan por no permitir que las empresas del gran capital mermen sus derechos y sesguen los derechos laborales, por un sueldo de miseria. Porque mañana, puede ser tu sector, o el mío el que se vea dominado por una app que solo entiende de beneficios a costa de cercenar los derechos laborales, el sueldo de sus trabajadores y las opciones de un futuro digno.



Por eso, ante las infamias, vendettas particulares, y la falta de solidaridad con el gremio en lucha, siento pena.

Como dice un compañero: “los derechos laborales no agarran bien” y “deben pensar que nos los trajeron unos seres mágicos que descendieron a la tierra en unicornios rosas, por un arco iris”, me suele remarcar otro amigo.

Ante todo tipo de agresiones laborales, que nos recorten nuestros ya escuálidos derechos, los trabajadores solo podemos responder desde la solidaridad, la comprensión y empatía hacia los compañeros en lucha.

Luego, seguramente, todos hemos tenido desavenencias con algún taxista, pero este hecho no justifica volcar nuestro odio hacia ellos, en este momento. Como anteriormente muchos hicieron contra otros sectores que se declararon en huelga, para defender sus derechos y los de todos.



No es el enfoque correcto despreciar la lucha de unos compañeros trabajadores, porque solo de esta manera estamos haciendo más fuerte a las empresas. Solo desde la solidaridad podemos salir victoriosos y conseguir no perder más derechos.

Por eso, son los derechos de todos, los que nos jugamos en cada huelga, ERE o despido. No es el taxi, estúpido.