¿por qué este nombre? hace tiempo escuché esta expresión y pretendo ser sincero, aunque sea molesto... como gatos en el estómago. bienvenidos a éste, mi experimento
martes, 17 de julio de 2018
Somos unos vagos, otra vez
Deben suponer mis compañeros, amigos, familia, que yo no soy funcionario, o, simplemente, buscan que salga a defender mi gremio, con los tópicos en ristre.
Intento ser franco con ellos y no exaltarme. Por ello presento el debate en otros términos; todos tenemos compañeros de trabajo que trabajan más o menos, que su implicación con el trabajo es nula o se desviven. Gente que llega casi siempre tarde o aquellos que no les importa ayudar al de la mesa de al lado.
Por esto mismo, creo que es más coherente particularizar cada ambiente o lugar de trabajo. Porque caer en tópicos me obligaría a decir que los fontaneros nunca son puntuales o los mecánicos nunca hacen facturas. Y así reducimos el debate a un intercambio de sandeces de barra de bar.
No soy funcionario por ser vago, ni por elección divina. Para mí es un compromiso con mi profesión y con la sociedad que me rodea, y lo entiendo desempeñando mi profesión dentro de la sanidad pública. Intentando, de esta manera, aportar la máxima calidad y el mejor servicio posible.
Por ello es complicado que nos quieran valorar la productividad, ¿cuál es la mía? Y, ¿la de un Administrativo de la Seguridad Social?
Muchos de nosotros no podemos ser computados en términos económicos. Pero ello no quiere decir que salgamos caros y seamos ineficaces, como me reprochaban días atrás.
Ser funcionario, es una elección laboral. Mas serlo no te convierte en vago o en empleado del mes. Esto seguramente, lo traemos todos de casa y por estar en una oficina del INAEM o en la ferretería de la esquina nuestra actitud laboral será la misma. No nos transformamos.
En consecuencia, entiendo que estos debates reverdecen con el paso del tiempo y vuelven a llenar las tertulias cuñadas de los bares. Pero considero muy estéril hablar de espacios comunes y tópicos-. Mientras pasan los días y no somos capaces, como trabajadores, de mejorar las condiciones laborales, de todos nosotros. Porque nos perdemos en estos debate vacuos y postizos.
viernes, 26 de septiembre de 2014
La tradición o la estupidez
La tradición o la estupidez
Esta mañana ha empezado entretenida. A primera hora justo entre el primer bostezo y el café revitalizante, ya he empezado discutiendo sobre el sadismo y el maltrato animal que infligimos de forma injustificada y con cierto aire perverso a un toro, en forma de fiesta popular.
Porque el toro de la Vega por mucha tradición que aluda, me parece una salvajada como tirar cabras desde el campanario.
Reconozco que el argumento de la tradición me parece bastante pobre y sólo se debería usar para referirnos a actos que hemos heredado de antaño y que nos enriquecen cultural o socialmente. No para barbaries o actuaciones propias del hombre de Cromañón. Y supongo que todos estos que aluden a la tradición como único argumento para defender la "fiesta" del toro de la Vega, seguirán yendo al río a lavar, no usarán WhatsApp, ni Internet y en vez de ir en coche usarán un burro y una carreta para ir de un pueblo a otro a vender la lana y las vasijas de barro que harán en su choza.
Para terminar de rematar el debate y mientras me bebía el último sorbo de café, me han recordado que el nuevo mesías del PSOE dijo la semana pasada en la radio que el prohibiría este acto; "pues que lo haga, la alcaldía la ostenta el PSOE" he apostillado.
Así de esta manera, entre toros, caspa, salvajadas de otro tiempo y brindis al sol me he ido de la cafetería pensando que la mañana empieza entretenida y queda un largo día para seguir escuchando a los paletos del toro de la Vega diciendo que eso es una fiesta, mientras se me revuelve en la tripa el café.
lunes, 14 de marzo de 2011
viendo la vida pasar

Debe ser que he dado muchas vueltas y he pisado muchos aeropuertos. Porque pasar en ellos algún rato, esperando un enlace que no llega o un avión que se resiste a salir no me importa demasiado.
Estas horas las suelo pasar mirando distraidamente a la gente que me rodea. No por un afán voyeur o cotilla, sino porque los aeropuertos es un punto de encuentro donde lo pintoresco se mezcla con lo multicultural.
Pasa por tu lado,sin percartarse, un hombre de negocios mirando por su móvil el correo. Te espía lo que escribes, de forma disimulada, un adolescente noreuropeo que vuelve a su país después de un fin de semana inolvidable (probablemente) en cualquier ciudad española. Resuenan los tacones de unas azafatas, mientras hablan distendidas sobre lo que les ocurrió en su último vuelo.
Luego, por unos instantes unos segundos de quietud; los altavoces callados, no pasa nadie por el pasillo, la cinta transportadora perezosa se queda quieta. Hasta que el tumulto vuelve y sin darme cuenta, escruto lo que vuelve a suceder a mi alrededor.
Ahora se entremezclan unos jóvenes turistas cansados de no domir, con una pareja de abuelos que se agarran de la mano y arrastran una pesada maleta.
Detrás de ellos, avanza un piloto que se despide cariñosamente de su hija, mientras deja pasar a una pareja musulmana que están buscando su puerta de embarque.
¿Había dicho silencio, antes? Ha quedado roto, por dos niñas rubias que se pelean, juegan, se tiran por el suelo, mientras sus padres reclaman en la ventanilla de la compañia aérea. Pero a nadie le molesta, a nadie le importa. Ya que los operarios siguen debatiendo sobre el penalty no pitado ayer o los turistas franceses de detrás, se muestran divertidos las fotos de esta última noche.
Desvio la mirada, llueve fuera y veo como los fumadores se refugian en los arcos, apurando sus cigarros. Mientras indiferentes, una joven sudamericana de manera invisible va limpiando los ceniceros y tarareando una canción.
Y así, la mañana sigue en el aeropuerto. Viendo la vida pasar, me pregunto; ¿Sino nos miramos ni a la cara, porqué luego sólo podemos ver la piel de los demás?
martes, 8 de marzo de 2011
de mayor quiero ser papá...

Siempre me he imaginado el siglo XXI, como el siglo, en el cual, los coches volarán entre los edificios y los robots serán casi humanos y nos ayudarán en nuestra vida diaria.
Pensaba que estaríamos en una sociedad moderna y avanzada. Alejada de los viejos clichés de oscuras épocas y no nos detendríamos en repetir los viejos tópicos de nuestros abuelos.
Pero, especialmente, esta semana se ha empeñado en demostrarme que, a veces, parece que damos pasitos hacía el pasado. Alejándonos de esa idea futurista que pulula por mi cabeza.
Resulta lesivo para el sentido común, como una compañia aérea quiere obligar a las azafatas a llevar faldas, como uniforme de trabajo. Ya no entraré en si es cómodo o no, para su cometido (aunque azafatas que conozco me han dicho que es más cómodo ir en pantalones). Sino que me sorprende que antepongan el viejo cliché de la estética femenina; de su sensualidad, de su erotismo. A la libertad básica que supondría que ellas pudieran elegir, entre un pantalón o una falda adecuada para su trabajo.
Me exaspera. Pero el remate me llega, cuando cambio la emisora y una voz infantil me vende un seguro diciéndome que; "de mayor quiere ser papá para proteger a su familia".
Así seguimos explotando el otro tópico que nos quedaba, por sacar a relucir, para cuadrar el círculo; el macho protector de mujeres desvalidas.
Cansa mucho tener que recibir constantemente este tipo de información y ver como la asumimos con naturalidad. Como la aceptamos y sin crispar el rostro seguimos permitiendo que se perpetue estos caducos roles.
Debemos dar un golpe en la mesa y concienciarnos de que educar en igualdad, no es regalar un balón a un niña.Y sí es romper con las viejas reglas, con los casposos estereotipos que nos atenazan. Educar en igualdad es valorar a las personas, por lo que son y no por su sexo.
Aunque irremediablemente... el futuro, aún queda muy lejos.
Publicado en bajoaragondigital.com 07/03/2011
sábado, 13 de febrero de 2010
las mismas gracietas de siempre

Hay ciertos espacios comunes, tópicos, retahílas de frases hechas que cansan. Las oyes a diario y me resulta cansino que cada vez que se hable de ello, se acudan a lo que se ha oído o te han contado, para defender una postura.
Uno de esos temas que dan juego para intervenir en una conversación, sin decir nada nuevo o sin significarte, es la inmigración. Estoy cansado que cada vez que se hable de la inmigración se refiera a ellos como; “vagos, bueno no todos” te dicen luego “alguno bueno hay”. Luego seguramente transcurrirá el diálogo para besugos y alguien nos dejará una perla para la posterioridad; “es que no quieren integrarse. Mira que son trabajadores (no habíamos quedado que eran vagos?¿), pero no quieren integrarse en nuestras costumbres.” En este despliegue de frases para recordar, en pleno fervor de frases para la historia, mientras todos aseveran, otra voz envalentonada afirmará; “Además nos quitan el trabajo.” Genial, lo siguiente será culparles del asesinato de Kennedy o de ser los ideólogos del villarato.
Ya el remate fue cuando el otro día. Cuando después de haber oído estas frases, en un orden similar y con la misma sarta de tonterías, espacios comunes y medias mentiras. Me sorprendí cuando un interlocutor se explayó así; “Bueno, aunque éstos (los inmigrante) son igual que los andaluces antes”. Una vez dicho esto, todos se rieron y le rieron la gracieta.
Al final, después de todas las tonterías que hay que oír cuando alguien balbucea algo sobre inmigración. Me he dado cuenta que todo el mundo dice lo mismo; las mismas falacias, el mismo rasero (como si el color de la piel o el pasaporte nos determinara nuestros valores o nuestro carácter.). Para luego, darme cuenta que lo mismo que se dice de los inmigrantes, antes se desdeñaba igual de los trabajadores que dentro de España iban de un territorio a otro buscando un trabajo digno, para mantener a su familia.
Total, no cambiamos en nada. Las mismas tonterías de antes, con nuevas victimas.