lunes, 14 de marzo de 2011

viendo la vida pasar




Debe ser que he dado muchas vueltas y he pisado muchos aeropuertos. Porque pasar en ellos algún rato, esperando un enlace que no llega o un avión que se resiste a salir no me importa demasiado.
Estas horas las suelo pasar mirando distraidamente a la gente que me rodea. No por un afán voyeur o cotilla, sino porque los aeropuertos es un punto de encuentro donde lo pintoresco se mezcla con lo multicultural.
Pasa por tu lado,sin percartarse, un hombre de negocios mirando por su móvil el correo. Te espía lo que escribes, de forma disimulada, un adolescente noreuropeo que vuelve a su país después de un fin de semana inolvidable (probablemente) en cualquier ciudad española. Resuenan los tacones de unas azafatas, mientras hablan distendidas sobre lo que les ocurrió en su último vuelo.
Luego, por unos instantes unos segundos de quietud; los altavoces callados, no pasa nadie por el pasillo, la cinta transportadora perezosa se queda quieta. Hasta que el tumulto vuelve y sin darme cuenta, escruto lo que vuelve a suceder a mi alrededor.
Ahora se entremezclan unos jóvenes turistas cansados de no domir, con una pareja de abuelos que se agarran de la mano y arrastran una pesada maleta.
Detrás de ellos, avanza un piloto que se despide cariñosamente de su hija, mientras deja pasar a una pareja musulmana que están buscando su puerta de embarque.
¿Había dicho silencio, antes? Ha quedado roto, por dos niñas rubias que se pelean, juegan, se tiran por el suelo, mientras sus padres reclaman en la ventanilla de la compañia aérea. Pero a nadie le molesta, a nadie le importa. Ya que los operarios siguen debatiendo sobre el penalty no pitado ayer o los turistas franceses de detrás, se muestran divertidos las fotos de esta última noche.
Desvio la mirada, llueve fuera y veo como los fumadores se refugian en los arcos, apurando sus cigarros. Mientras indiferentes, una joven sudamericana de manera invisible va limpiando los ceniceros y tarareando una canción.

Y así, la mañana sigue en el aeropuerto. Viendo la vida pasar, me pregunto; ¿Sino nos miramos ni a la cara, porqué luego sólo podemos ver la piel de los demás?

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