jueves, 14 de septiembre de 2017

No tengo datos

-"¿Oye! He encendido el móvil y no tengo datos" le exclamaba un azorado turista, nada más salir del avión, a su pareja. Esta, incrédula le cogía el móvil y le empezaba a tocar botones. Pero no había manera, el condenado móvil no respondía a ninguna de las múltiples ordenes que recibió en apenas unos pocos segundos.

Esta fue la bienvenida que les brindó a estos dos apurados turistas Bolonia. Supongo que para ellos lo más relevante era tener datos que organizar su viaje y buscar la parada del aerobús para bajar a la ciudad. A su vez, entiendo la gran relevancia de poder seguir radiando su vida a sus amigos y familiares, para que estos supiesen que habían sobrevivido al peligroso trayecto que une Barcelona con Bolonia en avión.

Posteriormente, desde las alturas del Duomo de Florencia, mientras observaba la ciudad y disfrutaba de un impresionante atardecer, más de un turista estaba, por el contrario, disfrutando de la pantalla de su móvil.

Y así se repetían los ejemplos, llegando a ver la basílica del Santo Croce, el David de Miguel Ángel cinco escasos segundos, los que se tarda en sacar el móvil, apuntar con la cámara y disparar. Y hasta la siguiente obra que retratar, pero no disfrutar.

De esta manera estos días, en los que he viajado sin prisas, sin conexión, sin saber que ha pasado en este loco mundo, me sorprendía ver como el móvil es un sexto dedo de nuestra mano. Una necesidad sin la cual, parece que no sabemos (o podemos) vivir ya. No voy a denostar de él, no me voy a convertir en un ermitaño, pero me sugiere muchas dudas la necesidad de tener que estar conectado en todo momento y, en consecuencia ver como focalizamos la vida, solo a través de el.

Porque es evidente que lo importante es no ver el David de Miguel Ángel o El nacimiento de Venus, si no tener datos para poder contarlo.

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