domingo, 25 de diciembre de 2016

Querido Papá Noel

Te diría que este año no he blasfemado. Pero no es cierto. Me arden las entrañas ver como seguimos jugando con la dignidad de la gente que nos rodea, como permitimos que nuestros vecinos mueran congelados (o por una vela), porque no pueden pagar sus facturas de la luz en invierno. Me duele que siga habiendo desahucios y nadie los recuerdes.

Te diría que me he comido la sopa. Pero se me hace eterna pensar que la hambruna sigue recorriendo como un fantasma África, y se arremolina en el desierto. Donde deja cadáveres expuestos al sol, como obscena marca de su paso.

Te diría, también, que he compartido mis juguetes con otros niños, pero tampoco. Solo veo que Europa enjaula a los sirios, a los afganos, a los hijos de las guerras que auspicia o permite Europa, en Turquía o en el sur de Europa. Para que allí no molesten, ni sean visibles. Para que así, nadie se sonroje por su falta de dignidad, de ética, de valores.

Y así, en esta tesitura después de explicarte como me he portado este año, te pediría que me trajeses: más responsabilidad social para poder seguir luchando contra el hambre en África. Algún pasaporte para todos los refugiados que se acumulan en las playas esperando que su futuro no se desvanezca entre las olas del horizonte. Me gustaría también tener más conciencia y saber que perpetuar errores no hará que el gobierno mejore sus políticas, ya que no quiero más pobreza, no quiero menos derechos, no quiero menos libertades.

Tal vez sea mucho pedir, pero me gustaría que este año me hagas caso y esta pueda ser la última carta que te escriba.

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