lunes, 22 de mayo de 2017

Pedro Sánchez y su rosa de Paracelso.

Pedro Sánchez, como en el cuento de Borges, ha resucitado, en un acto de fe y constancia, como diría el mismo: “recorriendo España con su coche”. Pero atribuir a esta victoria el efecto balsámico de la unidad, la reconciliación, la recuperación de la credibilidad o el resurgir de la Rosa socialista, como símbolo de la izquierda, me parece una quimera.


Cierto es que la victoria de esta noche es lo bastante holgada, como para pensar que Pedro Sánchez, puede volver a Ferraz y rehacer el partido a su imagen y semejanza. Lo cual, cabrá pensar que podrá pasar cuentas a los barones díscolos que le ningunearon y premiar a los pocos que en un acto de fe dieron la cara por él, cuando pensaban que su rosa no podía renacer.


Pero, dejando las futuras noches de cuchillos largos que se avecinan en el PSOE. La victoria de Pedro Sánchez abre una pregunta interesante: ¿cambiará el PSOE? ¿Encontrará su senda por la izquierda o seguirá siendo un partido sin discurso en la política nacional?

Tal vez, estos meses de aprendizaje habrán hecho que el nuevo líder socialista vire a la izquierda, renuncie de sus anteriores decisiones y rehúya de la ambigüedad que le acompañó cuando fue candidato a La Moncloa. Incluso puede que, haya recuperado los valores de los socialistas que impulsaron la socialdemocracia en las pasadas décadas y haya dejado el modelo liberal, al cual se acercaba cada día más el actual PSOE.

Puede que pase esto, que me sorprenda Pedro Sánchez y encarne en sus políticas el ideario de Olof Palme o Willy Brandt, pero me siembra dudas. Fue tímido antes, plano en sus exposiciones ideológicas y el resurgir de su rosa me recuerda más a una vendetta personal que a un verdadero proyecto ideológico para un partido.

Igual que en el cuento de Borges, podemos pensar que la victoria de Pedro Sánchez encarna más la fe de que exista una izquierda en el PSOE, que la realidad que esta pueda llegar a ser.

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