lunes, 13 de noviembre de 2017

el racismo se cura viajando

Viajar tiene muchos placeres: desconectar de la realidad a la que estamos habituados, desaparecer del trabajo, apagar el despertador por unos días o simplemente hacerse fotos de "envidia de la mala".

Pero además de todo esto, una de las ventajas de viajar es poder descubrirse a uno mismo. Mientras ves que la realidad de otros países, no es la que te han contado o la que hemos creado en nuestra cabeza previamente. Y esto es lo que me suele ocurrir cuando viajo a algunos países, de los que me suelen catalogar como: "raros".

Me explico, acabo de volver de un periplo de 20 días, donde he recabado en Londres y Rumanía, y la mayor parte de la gente se entusiasma con la idea de que haya estado en Londres y corren un tupido velo de silencio sobre Rumanía o me contentan, con cierto desdén: "¿Qué hay que hacer en Rumanía?"

Suelo responder, con toda la ironía que atesoro, que: "vender el cobre que me he llevado".

Sería sorprendente si solo hubiese vivido esta situación una vez. Pero se me ha ido repitiendo, durante estos últimos días, bastantes veces esta absurda conversación. Con lo que tengo que llegar a la reflexión que nuestros prejuicios hacia los rumanos, nos hace ver Rumanía como un país, poco atrayente, sin historia, ni interés alguno y sobre todo que debemos mantenernos alejados de ellos.

Por suerte la realidad es tozuda, y me ha enseñado estos días en Rumanía, que son un pueblo acogedor, educado, atento y derrochan simpatía. Además su país atesora una historia muy interesante, con una fascinante amalgama de influencias culturales que se pueden disfrutar al pasear por sus bulevares, o al hablar con ellos en cafés o plazas.

Y este debería ser el sentido de todos los viajes: aprender, descubrir y sentir el latido del país al que vas. No solo posar para las fotos de "envidia de la mala".

Solo de esta manera, podemos derribar los vetustos e injustos tópicos que se esparcen por nuestra sociedad. Para así, desde la humildad, tener una mente abierta a todos, sin importarnos pasaporte, religión o cualquier otro elemento superfluo.

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