
Siempre he defendido la participación activa en la realidad social que vivimos. No porque crea que hay que nutrir las filas de una organización política, sindical o asociativa y ser usados al antojo de las élites de turno.
Yo defiendo la militancia desde el compromiso crítico que supone compartir unos ideales con el resto de compañeros que dicha organización. Y sólo desde esa premisa, junto el sano debate, la libre exposición de ideas y la libertad de participación se puede entender que militar enriquezca, además de la entidad de turno, a la propia persona y, lo más importante, sea productivo para la sociedad.
Por eso, me cuesta mucho entender que las entidades políticas, sindicales, o de cualquier otra índole social, puedan tener un carácter sectario y dictatorial. Me repele que se coarte, la participación. Se use la información (o la falta de la misma), no para fomentar el debate de las ideas, sino para exaltar a los “nuestros”, en contra de los “otros”. Sin mayor argumento que “ellos son malos, porque nosotros somos los buenos”. Me entristece ver como se empobrece el debate ideológico y se reduce, al final, a una cuestión de “buenos y malos”.
De esta manera, las ideas se pierden por el camino y los partidos acaban metiendo en sus trincheras ideológicas a los “suyos”. Para que los militantes no piensen que pueda haber otra alternativa “mejor” que la suya y porque acaban siendo usados, para los antojos de la formación y no para el desarrollo de la sociedad.
Publicado en bajoaragondigital.com 09/03/2012
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