Aunque reconozco que hay seres dentro de los sindicatos que flaco favor hacen a los miles de militantes que luchan cada día por los derechos de sus compañeros. Y asumiendo que sus estructuras deberían adaptarse en formas y modos a la realidad que vivimos hoy. Voy a romper una lanza a favor de los mismos.
Los sindicatos son necesarios, imprescindibles. Pero yo quiero un sindicalismo vivo y pegado al humo de la fábrica, a la tiza de la escuela, al olor a desinfectante del quirófano de hospital. No quiero unos sindicatos de corbata y pose.
Esas estructuras deben representar las necesidades reales de los trabajadores y defender nuestros intereses con la astucia necesaria para que no perdamos derechos cada viernes en el Consejo de Ministros, o en los recortes de la consejería de turno.
Yo quiero que los sindicatos respondan por sus actuaciones y sepan que el horizonte que les debe mover es defender el empleo y al conjunto de los trabajadores.
Porque la lucha sindical no acabó el día que conseguimos las 8 horas de trabajo o las vacaciones remuneradas. Ya que podemos ver como los trabajadores constantemente estamos perdiendo derechos, salarios, unas condiciones dignas de vida, unos servicios públicos de calidad y no debemos tolerar que esto suceda.
Sí que debemos exigir que nos secunden en nuestra lucha quienes representan a los trabajadores y, de esta manera, juntos; sindicatos y trabajadores luchar por recuperar los derechos perdidos, desde la fábrica, desde la calle.
Con la conciencia de lo que somos. Sabiendo que solo podemos cambiar la cosas juntos. Y el sindicalismo activo y comprometido debe ser nuestra baza más poderosa para cambiar la realidad que nos rodea
No hay comentarios:
Publicar un comentario