miércoles, 29 de junio de 2016

La mujer del César no somos todos

Se nos pide a los trabajadores públicos que seamos honrados, honestos,
eficaces y hasta eficientes. Porque debemos ser conscientes de que
estamos con nuestro trabajo gestionando dinero público y nuestro buen
hacer hará que este dinero se use de forma correcta y eficaz. Se nos
pide que seamos rápidos en nuestras acciones, que seamos responsables
y maximicemos los recursos. Pero por el contrario vemos como el
gobierno derrocha dinero de todos: en sus corruptelas, en sus
influencias, en sus tráfico de favores, en montar pruebas con dinero
público en contra de sus rivales políticos. Y todo ello sin ningñun
tipo de pudor.

A unas horas de votar nos despertamos con la enésima noticia de que el
gobierno usa los medios del estado (que deberían estar para servirnos
a todos en igualdad y justicia) para conspirar contra los
nacionalistas catalanes. Hoy son ellos, ayer pudieron ser otros y
mañana puede ser cualquiera.
¿En qué democracia se puede permitir que el ministro de Interior
quiera crear pruebas fraudulentas contra una partido político? Por el
mero hecho de que un partido le está ganando la batalla en la arena
política.
¿Debemos permitir esto? ¿Somos conscientes de la gravedad de que el
domingo depositemos un voto con su nombre en la urna? ¿Somos capaces
de ver que nos están engañando y que lo estamos permitiendo?
Y lo que es peor, con nuestros votos dándoles la mayoría relativa en
el Congreso que les harán sentirse expiados de sus pecados, de sus
offshore en Panamá, de sus devoluciones en calientes, de sus sedes en
B, de sus Púnica y Gürtel, de sus viajes a Suiza, de sus extrañas
contabilidades y ordenadores que se destruyen.

Al final, solo los somos los curritos, los que gestionamos los exiguos
recursos que nos dan para los servicios públicos. Ahora con más
voluntad que medios, porque nos han recortado hasta dejarnos con el
pijama y un Ibuprofeno. Mientras ellos siguen gestionando el estado
para sus intereses particulares.

Y así, se nos pide que seamos honestos, y como la mujer del César, lo
parezcamos, y lo somos, pero nuestros jefes, ni lo son, ni lo parecen

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