miércoles, 21 de septiembre de 2016

La estética del machismo

Sin duda una de las imágenes de estos pasados Juegos Olímpicos ha sido
la de la pareja de jugadoras de volley playa que participaron según
los atavíos que impone la religión musulmana. Nos la quisieron vender
como la normalización del deporte en la mujer, fuese cual fuese la
religión de cada deportista o país, pero tuvo un efecto inesperado y
el debate se centró en la imposición de las normas religiosas
musulmanas en la vestimenta deportiva de las jugadoras.
Resulta bastante curioso, aunque supongo que se puede achacar al
desconocimiento que nadie se rasgue las vestiduras por la equipación
que llevan el resto de jugadoras no musulmanas, en dicho deporte.
Dado, por ejemplo, que hace más de una década que su federación
deportiva internacional les obligó a recortar el tamaño de la braga
“para aumentar el espectáculo”. Nos podemos imaginar que tomas se
realizan cuando las jugadoras de agachan en los saques.
Este hecho no es machismo: el imponer una vestimenta más “visual” para
favorecer el show, es una buena medida que nadie criticó, en su
momento, pero ahora mismo, todo han sido clamas y golpes en el pecho,
por esas jugadoras musulmanas.

¿Realmente estábamos defendiendo su libertad de expresión o estábamos
veladamente criticando lo que ellas representaban?
¿Es factible defender una sociedad no machista, cuando queremos, al
mismo tiempo, vestir a nuestra hija de rosa y que el nene sea
futbolista?
¿Queremos acabar con el machismo o solo somos capaces de ayudar en
casa y hacer la paella los domingos?

Al final, es una cuestión de estética defender la libertad de las
musulmanas, mas luego nos olvidamos de lo que hacemos en nuestra casa.

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