miércoles, 3 de octubre de 2018

Los peligros de citar a Faulkner

Uno de los diálogos más memorables de: "Amanece, que no es poco" dice así: "Y ahora me dicen que ha escrito usted "Luz de agosto", la novela de Faulkner, ¡de William Faulkner! [...] ¿es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner?. Pero hombre, copiar a Faulkner."



A muchos de nuestros políticos les está ocurriendo eso mismo. Pensando que no conocemos al susodicho se estaban dedicando a copiar trabajos, fragmentos de tesis o a inventarse masters o doctorados que nunca han realizado. Pero al final resulta que "en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner" y les hemos acabado pillando.

Una presidenta dimitió por un master poco claro, la ministra fue dimitida por unas sospechas, Ribera ha modificado su currículum en varias ocasiones, Pedro Sánchez se dedicaba a copiar ideas ajenas para su tesis, sin citarlas luego y Casado anda agradecido al buen hacer de la Fiscalía que le ha eximido de rendir cuentas por las dudas que no se han despejado.



De toda esta lamentable historia, lo que mayor gravedad reviste, para mí, es el peligroso descrédito que supone estas corruptelas y opacidades para la imagen de la Universidad y de sus alumnos. Los cuales, con mucho esfuerzo, y en numerosos casos por los recortes de becas, con verdaderas dificultades económicas hemos tenido que costearnos nuestra formación universitaria y de posgrado. Para acabar viendo como los títulos, en la bancada de enfrente se regalan por llevar el carné adecuado.



Estos hechos constatan con la manida: "cultura del esfuerzo" que desde la política nos han querido vender a los hijos de los obreros. En base a la cual, nada se nos regalaba y los títulos universitarios solo se obtenían en base a la dedicación y a horas de estudio. Esta patraña hemos podido comprobar como se cae, y los tentáculos de la corrupción política llegan hasta los ámbitos académicos y los títulos se conceden, con más facilidad si sabes citar de forma oportuna a Faulker. Privilegio que los hijos de los obreros nunca hemos tenido.

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