Entre una campaña y el inicio de la pasada campaña municipal, autonómica y europea he reflexionado sobre los mensaje que se han usado en las generales.
Hemos hablado de la Constitución, unos y otros, de volver al pasado, por el auge de la extrema derecha y de banderas. Y si me permitís voy a detenerme en este último argumento, porque me parece paradigmático que se use una combinación de colores para crear filias o fobias, o para señalar buenos y malos dentro de un mismo Estado.
No entiendo el argumento que me han arrojado estas semanas; “es que son los únicos que defienden a España”. No comprendo porqué envolver una medida política dentro de una bandera u otra pueda significar que compre ese producto. ¿Quién compra un objeto por el papel que lo envuelve?
No entiendo porqué una idea se puede justificar en base a una bandera, y no se justifique en base a un ideario político, basado en una ideología y fruto de un debate sosegado entre personas que pueden aportar propuestas para un partido u otro.
De esta manera, a mí me parece muy complicado apoyar un argumento político que propugna que perdamos derechos, libertades y oportunidades de mejorar todos dentro de la sociedad, porque se proclamen: “defensores de España” o coronen su muñeca con una cinta de cuero remachada con unos determinados colores.
No puedo apoyar a un partido que quiere recortar en sanidad, entre otros servicios, y a la postre echar a los funcionarios, para acabar con los servicios públicos, Estado del Bienestar incluido, porque cantan fuerte un himno.
No puedo apoyar a un partido que grita: “viva los míos”, cuando solo me ofrece medidas clasistas, xenófobas y segregadoras para la mitad de la población.
No puedo apoyar ninguna idea que tenga como base, excusa o argumento principal el color de una bandera y no una tesis política basada en un principio político.
El tamaño de la bandera, realmente, solo tapará la incapacidad de ese político para argumentar, razonar y debatir sobre las tesis que desconoce o no sabe esgrimir.
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