martes, 28 de diciembre de 2010

nuestra palabra, nuestra verdad




Resulta difícil escapar de la época en la que nos vamos a adentrar.
Una época intrépida, emocionante, donde la imaginación debe sacar lo mejor de cada uno de nosotros, para saber llegar con nuestro mensaje a los compañeros, a la sociedad que nos rodea, para que ella crea en nosotros, de la misma manera que nosotros creemos en ella.
Pero a la vez, puede ser un período terrible y descorazonador, si convertimos estos meses de precampaña y la posterior campaña, en un zoco, donde todo tiene un precio. Donde por un apoyo podemos hacer efímeras promesas que luego nunca recordaremos.
No debemos caer en la demagogia populista de charlatán de mercadillo. Debemos evitar vender humo como elemento de nuestras ideas. No podemos permitir que la mentira o la falacia sean el eje transversal de nuestro proyecto, porque no podemos mercadear con algo tan valioso como es la esperanza de progreso que existe en toda sociedad. Tampoco podemos permitir vilipendiar el proyecto de futuro que defendamos delante de nuestros compañeros, no podemos olvidar que detrás de estas ideas existe el esfuerzo de mucha gente, de muchos compañeros que han tenido que batirse el cobre para que nosotros podamos seguir luchando por unas ideas, por un futuro, por una ideología.
Por eso, no podemos humillar nuestra historia con falsedades. Porque la mentira nos puede permitir avanzar, pero nunca nos permitirá recular, dejándonos en la más absoluta y lamentable de las evidencias.

De esta manera, debemos ser conscientes de lo que vamos a defender, sabiendo que con la verdad nunca podremos defraudar a nadie. Porque no debemos ser esclavos de nuestras palabras, como reza el refrán, sino que debemos, no sólo, ser los dueños de las ideas que defendamos públicamente, sino que además, tenemos que sentirnos orgullosos de esta forma de actuar.

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