miércoles, 19 de enero de 2011

al final... no puedo




Me gustaría sentir que soy neutral, que estoy por encima de todo y veo desde la distancia y sin que me hierva la sangre el mundo que me rodea.

Desearía no sentir como propio los dramas urbanos, el de la calle, el del taller, el de la esquina.

Me gustaría que no me doliese ver como se mutila Palestina. Como las dictaduras aún sesgan las vidas de muchos luchadores. Mientras éstas campan por el mundo a sus anchas. Bajo el beneplácito del capital y sus perros de presa.

Apostaría porque no desangren el Amazonas y las verdes selvas. Porque nadie tuviese que vivir en los áridos desiertos y todo el mundo tuviese un país donde sentirse seguro.

Desearía que las hambrunas no nos salpicasen a la hora de comer y que nadie tuviese que venderse por un plato de comida.

Me gustaría no tener que cerrar los ojos, para que no me abrasen cuando nos muestran a niños perdidos. Niños que olvidaron que es ser niño. Que significa jugar, correr, reír, crecer, soñar. Niños que olvidaron su futuro y ya no saben mirar a las estrellas, porque los encerraron en un burdel o les inyectaron el veneno del odio.

Me gustaría pensar que la política no entiende de bajezas y los ideales predominan en las acciones políticas. Que la justicia y la honestidad son palabras inviolables. Que nunca se traicionan los deseos de los votantes, siendo ésto, al final, lo más sagrado.

Pero, al final… no puedo.
Ardo por dentro, me consumo y tengo que luchar contra las injusticias. Contra los sátrapas de hierro y fuego, contra los asesinos y sus ejércitos del miedo.
Porque al final me parecen buena gente todos aquellos que alzan su voz contra los odios, contra las tiranías, contra las mentiras, contra las manipulaciones, contra las vejaciones, contra la injusticia.

Así mientras sigamos en este mundo, yo seguiré luchando.

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