jueves, 30 de octubre de 2014

¡Sr. Rajoy váyase ya!


"Unas pocas cosas no son 46 millones de españoles" Nos dijo Rajoy el domingo pasado haciéndose el ofendido por los múltiples casos de corrupción que salpican a su partido y a distinguidos ministros y cargos públicos cercanos a él.

Hasta ahora estaba claro que la estrategia de la cúpula del PP era la de personalizar en los dirigentes que iban siendo pillados con cuentas en Suiza o "metiendo la mano en la caja". Como si estos fuesen los únicos culpables de las fechorías, como pudimos ver en el caso de Bárcenas. Aunque las evidencias apuntaran en otro sentido.

También pudimos ver como con Camps o Matas se les señalaba como dirigentes modélicos, aunque luego tuviesen sus traspiés con la justicia.

Pero en estas últimas semanas hemos asistido a un nuevo reguero de altos cargos populares que han dejado sus responsabilidades acuciados por las sombras de la duda (Cotino en Valencia) o que se han dedicado a otros turbios asuntos aprovechándose su cargo político (Acebes, Granados...)

De esta manera, ante la gran extensión de la sombra de la corrupción que hay en el seno del PP, se hace muy difícil que Rajoy explique que; "unos pocos hacen cosas que no nos gustan". Porque ya no son "unos pocos", son muchos y dirigentes que han estado muy cerca del poder.

Por ello, tanta corrupción, tantos hilillos de corrupción hace que todos los españoles sintamos que algo turbio ha germinado en el PP y no sabemos la frontera de la honestidad y la podredumbre. De esta manera se hace perentorio que Rajoy y toda su cúpula dimita y abandonen el partido dado que nos han estado falseando la realidad, ocultando las relaciones de su partido (o parte del mismo) con las cajas B y los sobres y han permitido (por activa o por pasiva) que se expandiese las malas artes en su formación política.

Por ello, parafraseando al presidente de honor del PP; "¡Sr. Rajoy váyase ya!"

viernes, 24 de octubre de 2014

Ébola; la maldad y la ignorancia

Estos días con la crisis del Ébola y su nefasta gestión política, por parte del ministerio y de la consejería de sanidad hemos podido comparar y comprobar que sí hay algo peor que tener un ignorante como gestor de un ministerio, y eso es tener una persona que actúa con maldad.
Porque, si es penoso tener a un lego como gestor político y que deje patente que esta de jarrón en un ministerio. Mostrando además su incompetencia y desconocimiento en la materia que debe legislar. Hemos podido comprobar que es mucho peor que el responsable de dicha materia tenga formación en la cartera que regenta y se dedique a mentir, calumniar y a criminalizar a la infectada por el Ébola, con el único fin de exculpar a su gobierno y partido político de las negligencias que han cometido.

Así hemos comprobado como Ana Mato es la enésima escenificación de personaje político que ocupa un cargo de responsabilidad, más por los pagos pendientes que por su formación en sanidad. Y ha sido visible como no ha sido capaz de gestionar, ni de informar de forma creíble sobre la crisis del Ébola que ha habido en Madrid estas semanas. Hasta el punto que la han hecho desaparecer del mapa mediático, para que no siguiese dando muestras de ignorancia sobre el asunto que debía manejar.
Por el contrario, el consejero de sanidad (galeno de formación) ha sido la cruz de la moneda. Una persona que se le presupone unos conocimientos en la materia que está gestionando y ha actuado como un mamporrero. Siendo capaz de criminalizar a la trabajadora infectada por el virus por maldad y por no asumir las responsabilidades que le puedan pertocar (fallos en el protocolo, insuficiente preparación de los profesionales, carencia de material, infraestructuras defectuosas o desmanteladas...)

Con este panorama, entre ignorantes y malvados los españoles sobrevivimos a nuestros nefastos políticos. Esperando que no haya imprevistos que muestren la incapacidad de los mismos, para gestionar las crisis y que una vez más nos recuerden que no están por su valía, sino por sus servicios prestados.

jueves, 2 de octubre de 2014

Y Dios existe! (Pero poquito)


Cuando estábamos a punto de perder la esperanza y creíamos que era imposible que en España sucediese algo similar, descubrimos un buen día (literalmente lo de: "buen día") que todavía es posible que dimita alguien.
Después de su fracaso, en su enconada lucha para hacernos volver al siglo XIX, Gallardón se ha despertado de su realidad paralela y ha descubierto que hace días que abandonamos el canesú y el alcanfor, ha decidido dimitir.

Lo que en un principio es una excelente noticia: Se va uno de los peores ministros de justicia que hemos padecido en España; sus tasas judiciales, la privatización del registro civil y su empecinamiento en una retrógrada ley del aborto, así lo avalan. Al cabo de unas horas hemos descubierto que deja en evidencia las carencias democráticas de este país, abrimos una puerta giratoria y lo colocamos en un consejo de asesores por el pago a sus servicios prestados.

Este último hecho denota la inexistente separación que hay entre partidos políticos, democracia y empresas privadas. Donde los dos primeros viven al servicio de los últimos gestionando sus intereses mientras gobiernan y cobrando por los servicios prestados cuando dejan la política, con onerosos sueldos.
Si no, recordemos como montó en cólera el gobierno cuando Repsol quiso ser nacionalizada por Argentina y comparémoslo con el despliegue que ha hecho este mismo gobierno cuando Etiopía pidió judicialmente la devolución de dos niños adoptados en dicho país.

Por eso me levanté la mañana en que Gallardón dimitió exclamando alborozado: "¡Dios existe!?", pero al cabo de unas horas vi que si existía, existía poquito porque seguimos pagando un sueldo al inefable Gallardón por su mala gestión y su ineficacia política