jueves, 2 de octubre de 2014

Y Dios existe! (Pero poquito)


Cuando estábamos a punto de perder la esperanza y creíamos que era imposible que en España sucediese algo similar, descubrimos un buen día (literalmente lo de: "buen día") que todavía es posible que dimita alguien.
Después de su fracaso, en su enconada lucha para hacernos volver al siglo XIX, Gallardón se ha despertado de su realidad paralela y ha descubierto que hace días que abandonamos el canesú y el alcanfor, ha decidido dimitir.

Lo que en un principio es una excelente noticia: Se va uno de los peores ministros de justicia que hemos padecido en España; sus tasas judiciales, la privatización del registro civil y su empecinamiento en una retrógrada ley del aborto, así lo avalan. Al cabo de unas horas hemos descubierto que deja en evidencia las carencias democráticas de este país, abrimos una puerta giratoria y lo colocamos en un consejo de asesores por el pago a sus servicios prestados.

Este último hecho denota la inexistente separación que hay entre partidos políticos, democracia y empresas privadas. Donde los dos primeros viven al servicio de los últimos gestionando sus intereses mientras gobiernan y cobrando por los servicios prestados cuando dejan la política, con onerosos sueldos.
Si no, recordemos como montó en cólera el gobierno cuando Repsol quiso ser nacionalizada por Argentina y comparémoslo con el despliegue que ha hecho este mismo gobierno cuando Etiopía pidió judicialmente la devolución de dos niños adoptados en dicho país.

Por eso me levanté la mañana en que Gallardón dimitió exclamando alborozado: "¡Dios existe!?", pero al cabo de unas horas vi que si existía, existía poquito porque seguimos pagando un sueldo al inefable Gallardón por su mala gestión y su ineficacia política

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