
Ya lo he comentado alguna vez, la iglesia me produce la sensación de retrotraerme varias décadas en la historia, o como si en vez de adelantar una hora este domingo, nos hubiesen quitado medio siglo de un plumazo. Viendo como el gris y el negro se instalan en nuestras vidas, para llenárnosla de superstición y adoctrinamiento.
Así vemos como las calles de Madrid se llenan con las sotanas de los domingos, las mejores alhajas y los abrigos de visón, que la chacha ha aderezado para la ocasión, esta vez clamando contra el aborto. Los obispos han movilizado a su núcleo duro para señalarnos al resto de mortales como asesinos, ya que ellos, por lo visto son los que reparten los carnets de defensores de la vida y el resto nos hemos quedado fuera de su moral.
Puede que tenga unas entendederas muy cortas, o que al no profesar su fe, no pueda comprender su críptico mensaje, pero alguien me tendrá que responder algún día a algunas preguntas (que nunca lo hacen cuando me paran por la calle, para cualquiera de sus campañas de autobombo); ¿Por qué no admiten la libertad individual de acción? ¿Por qué aún tenemos que escuchar sus papanatadas, en pleno S. XXI? No entienden que como una fe cualquiera, son sólo susceptibles de influir sobre sus creyentes y en consecuencia el resto no tenemos que casarnos con sus caprichos. ¿Por qué no dejan de ocupar la calle y dedican sus horas en predicar su credo en sus iglesias? ¿Por qué ahora se llevan las manos a la cabeza y claman contra el aborto, otra vez? Cuando este debate debería estar ya superado. No se dan cuenta que ellos son competentes en el ámbito moral, para sus feligreses, entonces, ¿Por qué tienen que emitir sus doctrinas sobre temas científicos, con tan poco fundamento, como el que suelen manejar?
Algún día Sres. Obispos deberán contestarme, porque tengo una pregunta para usted…