sábado, 21 de marzo de 2009

inocente de mí!




Recuerdo que durante mi estancia en Londres, podía ver cada día en la boca del metro, los diarios gratuitos que se repartían y en ellos era una práctica habitual, que la portada estuviera ocupada por un primer plano de un supuesto asesino, violador, psicópata que campaba por los barrios de Londres haciendo sus desmanes… cabe decir que el juicio popular lo hacía ya el diario, en cuestión y que este amarillismo informativo no era exclusivo de los diarios gratuitos, sino que era una fiel extensión del contenido de muchos de los diarios ingleses.

Este sensacionalismo me produjo cierta sorpresa y pensaba para mí; “suerte que en España este amarillismo en los diarios o telediarios no existe”… inocente de mí!


Con el paso de los años y de las noticias más truculentas y morbosas, veo como se cumple aquella frase que dice; “se pega todo menos lo bonito”. Qué cierto! No podemos haber copiado el sistema de financiación de la BBC o la calidad de la misma, no. Lo que hemos importado es ese tufillo a carne, a sangre, a morbo con las que se adereza muchas noticias de sucesos a las que se les da un toque “más humano y social”.

No entiendo el interés de meter un micrófono delante de un pariente que acaba de perder a un familiar, para conseguir la declaración más soez, más sensiblera. ¿esto es informar? ¿Informar es mostrar la cara más amarillista y sensacionalista de las personas? ¿Para eso tienen que estudiar 5 años en una universidad una carrera?


Pienso que informaciones como las que abundan en las mañanas de las televisiones o en sus sobremesas, aunque las quieran vestir de seriedad, engalanar con profesionalidad, enmascarar con seriedad, flaco favor hacen a los medios que cobijan en su parrilla estos sucedáneos de entretenimiento. Dan sólo carnaza para saciar la sed de morbo, de imágenes truculentas y declaraciones prescindibles, por su bajo contenido informativo.

Mas, pienso que el problema lejos de ser de quien pone en antena este tipo de contenidos, sea de quien lo respalda, con su seguimiento televisivo. No podemos satanizar, exclusivamente, a los programadores, cuando hay gente que disfruta con este nuevo tipo de circo romano televisivo. Cuando semana tras semana nos preguntamos; ¿dónde está el corazón?, vamos a la tele a contar mentiras sobre nuestra vida, por unos míseros euros o nos sentamos delante de una cámara para contar a media España los dilemas que nos inundan y no sabemos solucionar… ¿Y la tele lo hará?



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